Mi querido Tirso: Tengo carta hoy de Feliú, y me manifiesta que por causa de sus ocupaciones en el Congreso probablemente no podrá asistir al traslado del general Ollo a Estella.
En este caso serás tú el que me represente.
Dirás de mi parte a mis queridos navarros cuánto siento no poder estar entre ellos aquel día, pero que mi pensamiento y mi corazón acompañarán los restos de aquel general, gloria de Navarra, gloria de España.
Lloró mi padre y lloraron sus voluntarios cuando cayó aquel héroe. Reunía aquel jefe militar disciplina, energía, inteligencia y valor.
Hasta el último momento supo vivir con Dios, con su Rey y con su Patria. Desangrándose por terribles heridas, murió como verdadero cristiano, y explicaba a su Rey los últimos detalles de sus planes y disposiciones de sus tropas.
Este ejemplo lo tendrán siempre muy presentes los que quieran seguir mi bandera.
Da un viva a España, a Navarra y a sus Fueros, que lo oiga desde aquí.
Dios te guarde, mi querido Tirso, como de corazón lo desea tu afectísimo,
Frohsdorf, 11 de junio de 1912.
JAIME