Algunos fragmentos:
No he faltado a los principios tradicionales, simbolizados en nuestra bandera.
Inmaculada la recibí de las augustas manos de mi padre; incólume la transmitiré, con la ayuda de Dios, a quien haya de sucederme.
No fueron vanas palabras, sino escritas con entero convencimiento y expresión sincera de mi sentir, las que os dirigí en mi Manifiesto del 4 de noviembre de 1909. En él os dije que hacía míos todos los Manifiestos de Carlos VII, y que todos los suscribía, desde la carta a mi amadísimo tío don Alfonso, hasta las afirmaciones religiosas y patrióticas de su testamento político. Y esto repito hoy.
Todo está ahí: la Unidad Católica, el alma de nuestra historia y salud de nuestro pueblo; la Constitución interna de la Monarquía tradicional, neta y genuínamente española, con sus Cortes y sus Consejos, con el Rey que reina y gobierna, que no es despotismo ni tampoco sombra del Rey sujeto a oligarquías irresponsables; la autonomía del Municipio, base del engrandecimiento de la nación; el reconocimiento de la personalidad jurídica de la región, y las instituciones históricas de los Reinos, Principados y Señoríos dentro de la unidad intangible de la Patria amada; instituciones y libertades que Carlos VII juró conservar, con juramento, que yo, a mi vez, espontáneamente renuevo.
París, 24 de marzo de 1919.