29/08/2018
Amadeo-Martín Rey y Cabieses
Los carlistas tuvieron una vida repleta de huidas y destierros que hizo que sus reyes adoptaran diversas identidades. Cuando su sobrina Isabel II asumió la corona de España, Carlos María Isidro, o Carlos V, rey carlista de España –que usaría el título de conde de Molina tras abdicar en su hijo Carlos Luis, conde de Montemolín o Carlos VI, el 18 de mayo de 1845–, partió para Inglaterra desde Portugal a bordo del buque británico «HMS Donegal». Al llegar el 18 de junio de 1834 al puerto de Portsmouth se instaló allí provisionalmente. Decidió vivir de incógnito eligiendo el título de duque de Elizondo y preparar así, en secreto, su vuelta a España. Una noche de julio, dos semanas después de haber llegado a Inglaterra, Carlos María Isidro escapó de Gloucester Lodge, donde vivía, y tomó un coche de alquiler hasta una casa de Welbeck Street, donde le esperaban su esposa María Francisca y la princesa de Beira para ayudarle a huir. Le tiñeron el pelo de negro, le afeitaron el bigote y le vistieron con otro traje. Una de las damas responsables del disfraz dijo ahogando una risita: «Debemos de estar en tiempos muy revolucionarios para que yo me atreva a tocar así a una alteza real». Y el príncipe contestó, muy serio: «Valor señora». Con pasaporte falso, Carlos María Isidro cruzó el canal de la Mancha de Folkestone a Dieppe. El 4 de julio estaba en París y cinco días después en España. Sigue leyendo